Reunido el pueblo, el sacerdote se dirige al altar, con los ministros,
mientras se entona el canto de entrada.
Cuando llega al altar, habiendo hecho con los ministros una inclinación
profunda, venera el altar con un beso y, si es oportuno, inciensa la cruz y el
altar. Después se dirige con los ministros a la sede.
Terminado el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan
con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo.
℟. Amén.
Saludo
Después el sacerdote, extendiendo las manos, saluda al pueblo, diciendo:
1.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo,
el amor del Padre
y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos ustedes.
O bien:
2.
La gracia y la paz de parte de Dios,
nuestro Padre,
y de Jesucristo, el Señor,
estén con todos ustedes.
O bien:
3.
El Señor esté con ustedes.
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EI Obispo, en vez de El Señor esté con ustedes, en este primer saludo, dice:
La paz esté con ustedes.
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También pueden usarse las siguientes fórmulas de saludo:
4.
El Señor, que dirige nuestros corazones
para que amemos a Dios,
esté con todos ustedes.
O bien:
5. La paz, la caridad y la fe,
de parte de Dios Padre,
y de Jesucristo, el Señor,
estén con todos ustedes.
O bien:
6. El Dios de la esperanza,
que por la acción del Espíritu Santo
nos colma con su alegría y con su paz,
esté siempre con todos ustedes.
Y el pueblo responde:
℟. Y con tu espíritu.
El sacerdote o el diácono, u otro ministro, puede hacer una monición
muy breve para introducir a los fieles en la Misa del día.