Liturgia Eucarística

Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal. 

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres. 

El sacerdote, de pie junto al altar, toma la patena con el pan y, teniéndola con ambas m.inos un poco elevada sobre el altar, dice en voz baja: 
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida. 
Después, deja sobre el corporal la patena con el pan. 
Si no se hace el canto para el ofertorio, el sacerdote puede decir estas palabras en voz alta; al final, el pueblo puede aclamar: 
℟. Bendito seas por siempre, Señor. 

El diácono, o el sacerdote, vierte vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto: 
Por el misterio de esta agua y este vino, haz que comparlamos la diivinidad de quien se ha dignado participar de nuestra humanidad. 

Después, el sacerdote toma el cáliz y, teniéndolo con ambas manos un poco elevado sobre el altar, dice en voz baja: 
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación. 
Después deja sobre el corporal el cáliz.
Si no se hace el canto para el ofertorio, el sacerdote puede decir estas palabras en voz alta; al final, el pueblo puede aclamar: 
℟. Bendito seas por siempre, Señor. 

Luego, el sacerdote, inclinado profundamente, dice en secreto: 
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro. 

Y, si es oportuno, incierc;a las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro ministro, incien.a al sacerdote y al pueblo. 

Luego el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto: 
Lava del todo mi delito, Señor, y limpia mi pecado. 

Después, de pie en el centro del aftar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice: 
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. 

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O bien: 
En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso. 

O bien: 
Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.
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El pueblo se pone de pie y responde: 
℟. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. 

Luego el Sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas. 

La oración sobre las ofrendas termina siempre con la conclusión breve, que el sacerdote dice juntando las manos.


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Si la oración se dirige al Padre: 
Por Jesucristo, nuestro Señor. 

Si la oración se dirige al Padre, pero al final de la misma se menciona al Hijo: 
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. 

Si la oración se dirige al Hijo: 
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
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Concluida la oración sobre las ofrendas, el pueblo aclama: 
℟. Amén.

Luego sigue el prefacio.