Miércoles de Ceniza

Miércoles de Ceniza

En la misa de este día se bendice y se impone la ceniza, hecha de los ramos de olivo o de otros árboles, bendecidos el año precedente. 

La bendición e imposición de la ceniza se puede hacer también fuera de la misa. En este caso es recomendable que preceda una liturgia de la Palabra, utilizando la antífona de entrada, la oración colecta, las lecturas con sus cantos, como en la misa. Sigue después la homilía y la bendición e imposición de la ceniza. El rito concluye con la oración universal, bendición y despedida de los fieles.

Ritos iniciales y Liturgia de la Palabra

Antífona de entrada  (Cf. Sab 11, 23-24)
Te compadeces de todos, Señor, y no aborreces nada de lo que hiciste; pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan, y los perdonas, porque tú eres nuestro Dios y Señor.

Se omite el acto penitencial, ya que en esta celebración es sustituido por la imposición de la ceniza.

Oración colecta 
Concédenos, Señor, comenzar el combate cristiano con el ayuno santo, para que, al luchar contra los enemigos espirituales, seamos fortalecidos con la ayuda de la austeridad. Por nuestro Señor Jesucristo tu hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Primera lectura (Jl 2, 12-18)
Rasguen sus corazones, no sus vestidos.

Lectura de la profecía de Joel.

Ahora —oráculo del Señor—,
conviértanse a mí de todo corazón,
con ayunos, llantos y lamentos;
rasguen sus corazones, no sus vestidos,
y conviértanse al Señor su Dios,
un Dios compasivo y misericordioso,
lento a la cólera y rico en amor,
que se arrepiente del castigo.
¡Quién sabe si cambiará y se arrepentirá
dejando tras de sí la bendición,
ofrenda y libación
para el Señor, vuestro Dios!
Toquen la trompeta en Sión,
proclamen un ayuno santo,
convoquen a la asamblea,
reúnan a la gente,
santifiquen a la comunidad,
llamen a los ancianos;
congreguen a los muchachos
y a los niños de pecho;
salga el esposo de la alcoba
y la esposa del tálamo.
Entre el atrio y el altar
lloren los sacerdotes,
servidores del Señor,
y digan:
«Ten compasión de tu pueblo, Señor;
no entregues tu heredad al oprobio
ni a las burlas de los pueblos».
¿Por qué van a decir las gentes:
«Dónde está su Dios»?
Entonces se encendió
el celo de Dios por su tierra
y perdonó a su pueblo.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sl 50)
℟. Misericordia, Señor, hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. ℟.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. ℟.

Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. ℟.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. ℟.

Segunda lectura (2 Cor 5, 20 – 6, 2)
Reconcíliense con Dios: ahora es tiempo favorable.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios.

Actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo les pedimos que se reconcilien con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Y como cooperadores suyos, les exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios. Pues dice:
«En el tiempo favorable te escuché,
en el día de la salvación te ayudé».
Pues miren: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.

Palabra de Dios.

Aclamación antes del Evangelio (Lc 2, 32)
Honor y gloria a ti, Señor Jesús
No endurezcan hoy su corazón; escuchen la voz del Señor.

Evangelio (Mt 6, 1-6. 16-18)
Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

 Lectura del santo Evangelio según san Mateo.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuiden de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendrán recompensa de su Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad les digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oren, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad les digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad les digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».

Palabra del Señor.

Bendición e imposición de la ceniza

Después de la homilía, el sacerdote, de pie, dice con las manos juntas:
Con actitud humilde oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre, para que se digne bendecir con su gracia estas cenizas que vamos a imponer en nuestras cabezas en señal de penitencia.

Y, después de una breve oración en silencio, con las manos extendidas, dice una de las siguientes oraciones: 
Oh, Dios, que te dejas vencer por el que se humilla y encuentras agrado en quien expía sus pecados, escucha benignamente nuestras súplicas y derrama la gracia de tu bendición sobre estos siervos tuyos que van a recibir la ceniza, para que, fieles a las prácticas cuaresmales, puedan llegar, con el corazón limpio, a la celebración del Misterio pascual de tu Hijo. El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

O bien:
Oh, Dios, que no quieres la muerte del pecador, sino su arrepentimiento, escucha con bondad nuestras súplicas y dígnate bendecir esta ceniza que vamos a imponer sobre nuestra cabeza; y, porque sabemos que somos polvo y al polvo hemos de volver, concédenos, por medio de las prácticas cuaresmales, alcanzar el perdón de los pecados y emprender una nueva vida a imagen de tu Hijo resucitado. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

Y asperja con agua bendita las cenizas, sin decir nada. 

Seguidamente, el sacerdote impone la ceniza a todos los presentes que se acercan hasta él; a cada uno le dice:
(Cf. Mc 1, 15)
Conviértete y cree en el Evangelio.

O bien:
(Cf. Gén 3, 19)
Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás.

Mientras tanto se canta:
Antífona 1 (Cf. Jl 2, 13)
Cambiemos nuestro vestido por la ceniza y el cilicio; ayunemos y lloremos delante del Señor, porque nuestro Dios es compasivo y misericordioso para perdonar nuestros pecados.

Antífona 2 (Jl 2, 17; Est 4, 17)
Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan: ten compasión de tu pueblo y no cierres, Señor, los labios de los que te alaban.

Antífona 3 (Sal 50, 3)
Dios mío, borra mi culpa.

Puede repetirse después de cada uno de los versículos del salmo 50: Misericordia, Dios mío.

Responsorio (Cf. Bar 3, 2; Sal 78, 9)
℟. Corrijamos aquello que por ignorancia hemos cometido, no sea que, sorprendidos por el día de la muerte, busquemos, sin poder encontrarlo, el tiempo de hacer penitencia. * Escucha, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti. 
℣. Socórrenos, Dios Salvador nuestro; por el honor de tu nombre, líbranos, Señor. * Escucha, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti. 

Puede cantarse otro canto apropiado. 

Acabada la imposición de la ceniza, el sacerdote se lava las manos y prosigue con la oración universal u oración de los fieles, continuando la misa en la forma acostumbrada. 

No se dice Credo.

Liturgia Eucarística

Oración sobre las ofrendas 
Al ofrecer el sacrificio que inaugura solemnemente la Cuaresma, te pedimos, Señor, que, mediante las obras de caridad y de penitencia, dominemos las malas inclinaciones y, limpios de pecado, merezcamos celebrar piadosamente la pasión de tu Hijo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Prefacio III o IV de Cuaresma.

Antífona de comunión (Cf. Sal 1, 2-3) 
El que medita la ley del Señor día y noche da fruto a su tiempo.

Oración después de la comunión 
Los sacramentos que hemos recibido nos sean de ayuda, Señor, para que nuestros ayunos sean gratos a tus ojos y nos sirvan de medicina. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
Antes de la despedida el sacerdote, ante el pueblo, extendiendo las manos sobre él, dice esta oración:
Oh, Dios, infunde propicio un espíritu de contrición sobre los que se inclinan ante tu grandeza, y merezcan conseguir misericordiosamente la recompensa prometida a los que se arrepienten. Por Jesucristo, nuestro Señor.